sábado, 14 de mayo de 2016

EL RECREO DE LAS BANALIDADES / Artículo de Patricia Hart / Teatro y Neurociencias

EL RECREO DE LAS BANALIDADES
Artículo de Patricia Hart
Teatro y Neurociencias



A veces, y como condimento de la vida, es necesaria una cuota de banalidad. De alguna manera esa porción de intrascendencias, articulan algunas veces y enmarcan en otras,  las cuestiones esenciales y posibilitan un recreo de  “tanto pensar”. Distienden, oxigenan, cambian el “tono muscular del cerebro”, por decirlo de alguna manera. Y también favorece la desdramatización de los asuntos existenciales y habilita el ingreso al humor.
El tratamiento por el absurdo es una perspectiva que surge de este andar ondulatorio de una variable a la otra. Me divierte mucho este planeo. Increíblemente gracias a dios (o a quien quieran, lo uso como expresión instalada y entendida por todos, carente de toda connotación religiosa) estas “distensiones”, este “humor”, este “recreo” continúa planteando las cuestiones que nos ocupan y preocupan de un modo más fácil de entender. Esto se debe al distanciamiento que hace nuestro cerebro de la problemática que nos traspasa y elabora una estrategia desde la risa franca que alivia tensiones y siempre, siempre descubre como corolario, creativas y fructíferas herramientas, instrumentos, medios que permiten y posibilitan adhesión, comprensión y compromiso solidario.

Claro que esto dista mucho de flotar permanentemente en la sinsustancia de las banalidades, considerándolas como esencia de la existencia. De hecho la formación de opinión y de valores que los medios hegemónicos de comunicación, los cuales tienen atrapado el poder económico mundial y el poder de decidir el destino de millones, logran  mantener la tontera como valor fundamental, la captura de cerebros, el cercenamiento del poder de reflexión, el corte del razonamiento, la eliminación de la empatía por el sufrimiento del otro (que es uno mismo, con otra forma), la disminución de las funciones cerebrales.

La banalidad es positiva en tanto se la considere como uno de los fluidos que articulan otras aplicaciones del cerebro y no como un valor fundamental y protagónico. Algo parecido a algunas de las funciones del líquido cefalorraquídeo, que permite la “flotación de nuestro cerebro en el cráneo y nos aligera enormemente de su peso (si no existiera esta flotación  tendríamos el cerebro en los pies por causa de la ley de gravedad) y además envía mensajes a las neurona y las libera de partículas  nocivas o  innecesarias”, según nos explica nuestro genial y querible Diego Golombek con estas y otras palabras.

Entonces, amigos, tratemos de llevar la comparación a  un nivel cómico. Si todo nuestro sistema nervioso  estuviese ocupado por el líquido encefalorraquídeo (la banalidad), perdería una de sus funciones ya que no tendría nada para sostener, porque no existiría el cerebro (la esencia de la existencia y sus significados).

¡Opa, la lá!


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